miércoles, 15 de julio de 2009

De viajes y aventuras

San Blas, capital mundial de los mosquitos

Ya se acuerdan que en tiempos de la colonia, el puerto de San Blas del vecino Estado Nayarita, tenía aún mayor importancia que Manzanillo, por el hecho de estar no muy lejos de Tepic, y claro, del camino más conocido a Guadalajara. Existía ahí en ese entonces una gran aduana y un fuerte en la cima de una loma del que sobreviven algunas ruinas con buen dominio de horizontes terrestres y marinos desde donde, por allá por los años del 1680 en reportes enviados al virrey mencionaban claramente que… “una intolerable fauna habitaba en el lugar”. Desde entonces queda manifiesta la bien ganada fama de San Blas como… ¡La Capital Mundial de los Mosquitos!San Blas está situado entre dos esteros: El de El Conchal, desde donde se parte para ir a La Tobara; y el de El Pozo con su barra de arena que separándolo del mar, da abrigo a las pangas y los barcos de los pescadores; siendo además uno de los lugares sagrados de los Wixaritari (huicholes) que van ahí a hacer sus ofrendas a los dioses y a dejar sus muvieris y flechas votivas ahí en la playa como piadosos testigos. Los dos esteros que rodean la población, hacen que San Blas sea una península que por un lado tiene el mar, y por el otro a una zona de marismas y pantanos que son lugar de nacencia de incontables especies animales (entre otros los mosquitos). Humedales se les llaman a estas regiones que son fuentes de vida, y que por su valor incalculable deben ser protegidas como verdaderos tesoros de la naturaleza.
Un dato importante es que el 90% de la pesca en el mundo entero se hace en las cercanías de las costas, y que el 70% de los animales han nacido o han pasado algún periodo de su vida entre los esteros y humedales como éstos. El Estero del Pozo es muy ancho, y sus aguas salobres se meten entre los manglares tierra adentro, para formar todo un sistema de zonas pantanosas en su derredor; y muy, muy adentro de él, se puede llegar hasta la Laguna de Pericos que es un verdadero santuario de aves muy digno de ir a conocer. Por el otro lado está el estero de El Conchal; un poco menos ancho por el que se llega a una impresionante albúfera (laguna tierra adentro formada por la entrada de agua de mar en una zona baja y arenosa) llamada Singaita, que es otro de los paraísos de los observadores de aves. El canal de la izquierda, mucho más angosto y curveado, se mete tan, pero tan adentro, que el sentimiento de soledad, aumentado por el sol aplastante es abrumador, y los sonidos unas veces opacos y otras veces brillantes que surgen misteriosos entre los lugares inundados por aguas salobres donde se encuentran cocodrilos de buen tamaño, hacen de este recorrido una experiencia, aunque osada, simplemente única. Hay que ir bien protegido contra el sol, contra los mosquitos, contra la sed y contra el hambre; y sobre todo hay que tener además de voluntad férrea y una verdadera vocación por descubrir cosas que solamente así se pueden encontrar. Porque que les aseguro que… ¡mosquitos y jejenes nunca les faltarán!

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